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viernes, 17 de noviembre de 2017

CUÁNDO EL FÚTBOL SUSTITUYÓ A LOS TOROS?

Resultado de imagen de FUTBOL ANOS 30El escritor británico J.G. Ballard apuntó durante una entrevista -concedida a la revista especializada Re/Search (1982)– que las corridas de toros habían sido tradicionalmente para los chicos de la clase obrera española, el equivalente al punk para los jóvenes británicos de las décadas de los ’70-’80.  
Ballard entendía que existían varias premisas similares en los dos fenómenos, por un lado las corridas de toros habían sido el único modo que tenía un chico de clase obrera española de pasarlo en grande, “con nada más que un poco de coraje”, se deduce que J.G. Ballard se refería al acto de torear y no sólo al de actuar como espectador pasivo en los festejos; y esto le recordaba a los jóvenes de clase obrera británica, desempleados y sin capacitación, que se agenciaba una guitarra y procuraban armar su propia banda, no sólo como una forma de expresar sus deseos y su descontento, sino con la esperanza de hacerse ricos y que la música les sirviera como ascensor social.
El autor de “El imperio del Sol” estaba en lo cierto cuando decía que durante siglos el toreo había sido la principal oferta de ocio para las clases populares españolas. Y prueba de ello son los discursos de Largo Caballero y Pablo Iglesias (el original) en favor de prohibir las corridas de toros durante la “jornada de descanso dominical”, porque pretendían incentivar que los trabajadores dedicasen esa festividad a alternativas de ocio consideradas “morales e higiénicas” en lugar de pasar el tiempo en las corridas de toros o en las tabernas.
 Sin embargo el toreo había dejado de tener ese papel preponderante en España mucho antes de que J.G. Ballard concediese esta entrevista a Re/Search. Un análisis de la prensa de la época confirma que los años ’20 fueron los de consolidación del fútbol como deporte rey, en paralelo al crecimiento de la oferta de crónica deportiva en prensa. Diarios como el ABC, El Heraldo de Madrid, El Liberal o El Sol empezaban a contar con periodistas especializados en deporte. Y también iban apareciendo publicaciones exclusivamente deportivas como España Sportiva, Heraldo Deportivo o Gran Vida, siendo precisamente esta última publicación la que se atrevió a registrar oficialmente que el fútbol había sustituido a los toros en el imaginario colectivo nacional. Por lo menos, entre los más pequeños.
“Los juegos de chicos imitan a los mayores -en la III Guerra Carlista se jugaba a la guerra; con la Restauración, a los toros; y ahora al fútbol”, Fabian Vidal, 1924.
Resultado de imagen de zamora portero de futbolEl artículo se titulaba “Rasgo de una España nueva” (1925) y describe casi en tono de cuento como la afición al fútbol se estaba extendiendo entre los niños madrileños. El documento tiene bastante interés, porque la descripción que hace de las características que observa en el comportamiento de los niños prefigura muchas de las dinámicas que hoy en día siguen vigentes. El texto empieza diciendo: “Los chiquillos ya no suelen decir que van a ser toreros (…). Hoy, los chiquillos, apenas saben andar, aprenden de sus hermanos como “se tira” Zamora; dan la pelma en sus casas porque quieren ser del equipo de Los Leones”. Esta forma de expresarse parece que no deja lugar a dudas. La afición a la tauromaquia estaba en recesión. A partir de aquí empieza una descripción pormenorizada y con muchos ejemplos prácticos de cómo actúan los más jóvenes en relación al nuevo fenómeno.
Resultado de imagen de CROMOS del fútbolEl texto nos informa, con todo lujo de detalles, de que las principales características del aficionado al fútbol, como espectáculo de masas, ya estaban presentes en 1925. Aparecen recogidos los dos tipos de idolatría deportiva, el relativo a futbolistas estelares (Zamora) y el que corresponde a equipos dominantes (“Los Leones”). También se hace mención a la cultura del coleccionismo, puesto que los chiquillos del reportaje dejan de ir al cine para poder comprarse “botas de fútbol y una camiseta de colores”. La demanda de información -que hoy cubrimos abusivamente gracias a Internet- se manifiesta en esta nota con los niños procurando ser los primeros en leer el periódico de la casa, para enterarse de los resultados. Incluso la hostilidad entre aficionados a distintos equipos aparece prefigurada en los “mojicones” (bofetadas) que se propinan en las escuelas por ser seguidores de equipos distintos.
Resultado de imagen de “ejercicio, fuerza y salud”Aunque, como se ve por los mojicones, ya existían indicios de que el fútbol iba a ser terreno abonado para “las manifestaciones más delirantes del personalismo”, por usar una expresión de Josep Pla. El autor del artículo de Gran Vída, Félix Tejedor, defendía en cambio que el virus del fútbol (él lo llama “sarampión”) pese a provocar algunas secuelas negativas como cristales rotos o la ropa de calle deteriorada, compensaba a la sociedad por lo que “ganan” las “piernas y pulmones” de los niños. Hay una crítica a los colegios por ser “cajas de muñecos”, interiores estrechos sin luz ni aire, y una petición por promover el ejercicio como instrumento de cambios sociales. El articulista había planteado el texto como una excusa para proponer que se aprovechará el espontáneo interés de los niños en el fútbol, creando las infraestructuras adecuadas para la práctica del deporte (campos, stadiums…), lo que en su opinión permitiría implementar un nuevo modelo social y educativo en el que las características granujadas infantiles serían sustituidas por la cultura del “ejercicio, fuerza y salud”.
“El público ha respondido y en finales de década es cuando Don Miguel Unamuno, asustado por incidentes en los campos, vaticina que con el tiempo el fútbol enfrentaría personas, clubes y aún ciudades”, Pedro Escartín, 1928.
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No obstante, desde una perspectiva del siglo XXI, no parece que el fútbol haya resultado un motor que promoviera ese tipo de cambios socio-culturales, sino que el orden causa-efecto más bien parece el contrario. Los tiempos estaban cambiando y eso se tradujo en nuevos intereses. Un artículo de Fabián Vidal en El Mercantil Valenciano, coetáneo de este que estamos citando y titulado “Juegos de chicos”, señalaba que cada época había tenido su juego infantil a imitación de la vida adulta. Así durante la III Guerra Carlista se jugaba a la guerra; con la Restauración, a los toros; y a mediados de los años ’20, al fútbol. Y esta misma reflexión de Fabián Vidal fue citada por Unamuno, en una columna de signo totalmente opuesto al de Gran Vida, en la que alertaba de que “el público de los partidos de pelotón es aquí el mismo que el de las corridas de toros y no más culto”.
Resultado de imagen de TOROS AÑOS 30De hecho Unamuno creía que, potencialmente, el fútbol tenía mayor capacidad para hacer daño, puesto que si en los momentos más delirantes de las corridas de toros se habían quemado los tendidos de una plaza, a lo que nunca se había llegado era a desear la muerte de nadie, y eso ya se estaba escuchando durante los partidos de fútbol en los años ’20. Y es que a pesar de que el fútbol de antaño suele ser idealizado por el presente, el texto de Unamuno revela que los aficionados de entonces ya estaban golpeándose por lo que ocurría durante los partidos. Según Unamuno no por “una manifestación de nuestra siempre latente guerra civil”, sino por otra tradición nacional: el localismo mezclado con incivismo. Cabe preguntarse cómo seguimos de aquello casi cien años después.
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