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viernes, 23 de diciembre de 2016

El epicentro

Bombas en Europa y toros en Bilbao

Mientras Europa asiste con zozobra al desenlace de la batalla naval en el golfo de Riga y al avance victorioso de las tropas austro alemanas, Bilbao entra en la penúltima semana de agosto de 1915 con sus fiestas patronales.
 La Semana Grande ("así hemos dado en llamar a nuestras clásicas fiestas, donde todo es bullicio y alegría", explicaban los periódicos) concentra su actividad en los toros y el teatro, fundamentalmente, pero también en diversos espectáculos de calle. No es de extrañar, por tanto, que la ciudad se llene de forasteros atraídos por los matadores y los actores de moda.
  Sin duda alguna, más que los fuegos artificiales y las verbenas, el epicentro de la fiesta son los toros.
Los primeros espadas se citan en Bilbao, aunque los aficionados acuden al coso de Vista Alegre a ver a su paisano 'Cocherito' (Cástor Jaureguibeitia Ibarra, un nombre impronunciable más allá de Orduña). Aunque ya en imparable declive, aún es capaz de enfrentarse a las más aguerridas ganaderías con arrojo; pero solo se le ve triunfar ya en tardes muy significadas.
 El diestro bilbaíno comparte cinco corridas con Belmonte, Gaona y Vicente Pastor; los 'santa colomas', 'parladés', 'miuras', 'murubes' y 'pablo romeros' se turnan en el albero. "Daba gusto contemplar la plaza momentos antes de comenzar la lidia. La entrada, un lleno. Mujeres bonitas; alguno que otro mantón de Manila tendido sobre el barandel de los palcos, y el señor Marco Gardoqui (el alcalde), en la presidencia", relata en 'El Noticiero Bilbaíno' Don Homobono, de cuya pluma sale la incendiaria crítica taurina. "El resumen puede hacerse en cuatro líneas, y es mucho. De los matadores, Vicente Pastor en la faena de muleta y muerte de su segundo. El ganado mediano, falto de bravura y poco codicioso", remata el crítico.
Aún hay lidia una quinta tarde en Bilbao, pero en esta ocasión en la plaza de Indautxu, donde Pacomio Peribáñez y Punterei se enfrentan a seis morlacos del marqués de Villagodio, propietario del coso y con fama de mantener una ganadería con poco trapío. En esta ocasión sobresalen por su bravura los astados, "dignos de haberse lidiado en Vista Alegre", resalta el crítico de 'El Noti'.
 Pero en general las corridas no satisfacen demasiado al público; salvo dos faenas en la tarde del miércoles de Belmonte, "que daba una impresión de estupor, de tragedia", y Gaona, "una estampa de arte, finura y elegancia". "Nuestro trabajillo nos ha costado, pero los forasteros vamos contentos y con material suficiente para discutir en el viaje y contar algo bueno a los amigos", escribe Santo Mano en 'El Pueblo Vasco'.

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