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sábado, 16 de abril de 2016

MEMORABLE MORANTE

Tocado por las musas y los dioses, en una faena de calidad suprema y singular sello. De las de dibujar a pulso de pincel y mano alzada el risueño toreo en redondo que en el canon moderno representa la idea misma del clasicismo. La figura dormida, suelto el brazo, encajado el cuerpo en la suerte cargada en todas las bazas, absolutamente todas. Tandas de cuatro ligados y abrochados con el cambiado por alto; un farol antes de ponerse con la izquierda para torear con la misma calma pero no el mismo ritmo.
Y la vuelta a la mano de firmar antes de enroscarse en un molinete de magia: se le había caído la muleta en un remate –de llevarla tan prendida de los dedos- y del suelo la recogió para envolverse en ella y dejar el cuadro pintado casi del todo con un raro relámpago. Casi. Porque antes de cuadrar, toreó con la zurda a pies juntos –la escuela gallista antigua- y a la igualada se llegó con un sutil juego de manos. 
La banda acompañó el concierto con esa versión tan sinfónica del Amparito Roca –la percusión apagada, el pífano en solos- que parece patentada, nueva y otra. Una estocada, muerte lenta del toro, colorado, que, noble a rabiar, fue de los de llevárselos envueltos a casa como un postre de manteca. Dos orejas. Un clamor indescriptible. Se había vivido la faena de Morante como una verdadera fiesta, rubricado y subrayado cada uno de sus tiempos y celebrado como una monumental comunión pagana.Sevilla, 15 abr. (COLPISA, Barquerito)

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