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lunes, 14 de marzo de 2016

Una novillada de lujo de El Parralejo

Valencia, lunes 14 de marzo de 2016. Cuarta de la Feria de Fallas. Novillos de El Parralejo, correctos de presentación y de variado juego. Álvaro Lorenzo, vuelta al ruedo tras petición y oreja tras aviso; Ginés Marín, vuelta al ruedo tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso; Cristian Climent, palmas tras aviso y oreja. Entrada: Un tercio.Dos novilleros de talento, hechos los dos y en vísperas de alternativa para la primavera, dan una estupenda tarde de toros. Exhibición de toreo de calidad y repertorio.

LO PRIMERO DE TODO fueron los cinco o seis lances tan bien mecidos con que Álvaro Lorenzo le paró los pies al novillo jabonero que partió plaza. Verónicas muy despaciosas, de mano baja y perfecto compás. Capote mínimo, el vuelo natural de un calmoso aleteo. Iba a haber profusión de toreo de capa. Ginés Marín salió a quitar al jabonero por chicuelinas, tres, y la media. Antes del quite, y antes de la primera vara, Lorenzo lidió con sobriedad y acierto muy llamativos.
Ginés replicó a la verónica en el recibo del segundo novillo: lances ligeros pero encajados y la sorpresa en el remate de un lance cambiado a una mano traído por delante. Fue en el quite tras la primera vara cuando Marín dio con retraso a Lorenzo la réplica de verdad, solo que por otro palo: gaoneras de un ajuste escalofriante, libradas con particular limpieza. Se había puesto a chispear agua fría en el arrastre del primer toro y al rematar Ginés el quite salieron a la vez el sol y el arco iris. Casualidades.
Cristian Climent toreó a capa muy desplegada al tercer novillo y Álvaro Lorenzo, capote a la espalda y a lo bravo, gran firmeza, remató su quite de frente por detrás con una deliciosa fantasía. Fue el quite de la tarde: por la manera de enroscarse Álvaro el toro y por el golpe de sorpresa que tanto cuenta si hay rivalidad.
El cuarto novillo, abanto y muy corretón, distraído, ganas de huirse, no fue de lucir repertorio, pero Lorenzo supo andar y resolver. Después de la segunda vara entró en quite Ginés para torear a la verónica con los brazos casi dormidos, lances lacios y a cámara lenta. Su mejor logro por el repertorio clásico. El quinto novillo, algo incierto de partida, no dejó a Ginés asentarse propiamente en el recibo, pero el remate a pies juntos tuvo singular gracia. Y la salida de la cara del toro. Climent se fue a porta gayola y de rodillas para saludar al sexto, el zambombo del sorteo. Deslumbrado y rebrincado, el toro no llegó a entrar en jurisdicción pero al punto de huida fue a buscarlo Climent para torear por delantales. Mucha tela pero de seguro vuelo. Después de la primera vara, Climent toreó despacio a la verónica, lances ampulosos. Álvaro Lorenzo quiso redondear la exhibición, pero no consintió el novillo: dos cabezazos.
No solo toreo de capa, tanto y en algunos momentos tan brillante, sino también cuatro faenas, las dos de Lorenzo y las dos de Marín, de notables calidades. Con los dos novillos de más cuajo, cuarto y quinto, las de mayor voltaje. Con los dos más terciados, primero y segundo, las de mayores delicadezas. No se esperaba que los dos novilleros, tan capaces, pudieran estar en nivel tan parejo.
Si se pudiera hablar de toreo de escuela a la manera antigua –lo castellano, y lo madrileño dentro de lo castellano, lo andaluz y, dentro de lo andaluz, lo sevillano, y en punto y aparte lo gitano-, aquí se retrataron Lorenzo y Ginés por matices distintos. Las otras escuelas, las académicas, han borrado los perfiles propios del otro toreo de escuela. Ninguno de los dos, ni Álvaro ni Marín, parece torero de escuela moderna, aunque lo sean. Lorenzo encarna el estilo castellano clásico: serenidad, sobriedad, seguridad, sutileza no transparente: Marín, la alegría, la improvisación festiva, el donaire propios del toreo de sello andaluz y su genio.
Después de esta novillada de Valencia no admite demora el ver a los dos con el toro. Cuesta adivinar la evolución de uno y otro. Todo el mundo da por hecho que Ginés está listo para el cuatreño después de una temporada tan deslumbrante como la de 2015. Nadie se imaginaba que Lorenzo fuera a dar el salto formidable que ha pegado de un año a otro. El temple parecía en él innato, pero esa esponjosa manera de entenderse con dos toros tan distintos como los de esta baza resultó prometedora novedad.
Las cuatro faenas, algo largas, estuvieron bien armadas. Lorenzo se fue ajustando más y más de tanda en tanda con el torito jabonero y toreó bellamente al natural ayudándose de la espada. Marín abrió con la traca de una tanda por alto y a pies juntos sin rectificar –la banda de música se arrancó enseguida-, cambió terrenos y distancias, se fue de largo, se adornó con un cambio de manos sorpresa, toreó con la izquierda con rara perfección, se embraguetó en los redondos ligados, ligó una trenza de trinchera, desdén y el de pecho, y acabó por bernadinas de las de verdad. Faena mayor. Con el mejor novillo de todos.
Lorenzo le buscó las vueltas al cuarto, que quiso huirse y rajarse unas cuantas veces, pero siempre se encontraba la muleta de reclamo. Colocación, lógica de torero de ingenio, gran aplomo. Toreo con la izquierda despatarradísimo y, por eso, particularmente poderoso. Y un final de traca inesperada: tres circulares de rancio estilo cosidos con el molinete y el de pecho. Antes de la igualada, en la querencia del toro, una trenza de muletazos cambiados sin ayuda de la espada. Muletazos en ovillo, de discutible plástica, pero de efecto dinamita.
Ginés no remató con la espada su primer trabajo, tan lindo, y salió en el quinto a cañón. Pedresina en los medios para abrir faena –y casi cogido- y tres naturales soberbios con trinchera de remate. Ajuste mayor al torear con la izquierda, faena generosa por lo abundante y por las variaciones, a pies juntos o a compás abierto, que es su más profundo saber, cambiando de mano, rematando siempre con suaves toques de muñeca. Y un final de adorno por péndulos temerarios. Tampoco esta faena tuvo colofón acorde con la espada. Lorenzo tumbó a sus dos novillos de concluyentes estocadas. Muy hermosa la manera de cuadrar.
Quinto y sexto se jugaron con luz artificial y ese frío tan de Valencia en Fallas a partir de las seis de la tarde. Muy animoso, Climent, banderillero de la escuela Fandi con un toque Soro. Mal administrados los tiempos de su primera faena –excesivamente montada y rígida la muleta- y toro venido abajo. Valeroso con el sexto en trabajo jaleadísimo por los paisanos. Había un centenar largo de gente de El Puig o de la Huerta. (COLPISA, Barquerito)

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