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lunes, 21 de septiembre de 2015

EL INDULTO EN REJONES.

Ocupado por el cánon nunca escrito, en el rejoneo nunca se indulta.
¿Qué es la bravura en el rejoneo?

 De los caballos tísicos cosidos en el tendido de los sastres en el XIX, se pasa al esplendor de los prestantes caballos toreros para cuya protección hoy se afeitan los pitones del toro. Es un sobresalto del caballo miserable al caballo rey. 
Por ello, el toro queda relegado en segundo lugar, y las cuestiones de la bravura en el rejoneo nunca han sopesado nada sobre el indulto del toro. Alguna vez, un amigo me mostraba con devoción la divisa de un toro lidiado en Vitoria, también por Pablo Hermoso de Mendoza, de cuya bravura, por su testimonio, yo no estaría dispuesto a dudar. 
No lo estaría, si no estuviera radicalizado en un principio tan básico:
 la bravura del toro se mide en el tercio de varas en primera medida y, en segunda medida, en cómo desde este tercio se comporta en los demás. 
El toro de Vitoria fue infatigable en su carrera por alcanzar la grupa de los caballos veloces, y sus pitones tísicos se metieron por abajo de la capa cuando el peón cuadraba al toro en donde el rejoneador ordenaba. La plaza pedía el indulto, pero el presidente se encogía de hombros: no se lleva un pañuelo naranja a corrida de rejones. Si acaso, se llevan divisas, muerto el toro.

Pensar si este toro de Ernesto Gutiérrez, de nombre Villancico, es de indulto o no, a mí me produce una incurable indiferencia. Para mí no lo es de manera perfectamente clara. Solo como declaración, quizá se pueda dirimir el concepto más elemental, justo y real de bravura, con esta toma extraída del imprescindible blogDominguillos. Palabras de Luis Fernández Salcedo:

Entonces, no se trata de ser fiel a una costumbre donde se sacraliza el tercio de varas. Al contrario, es que en efecto la bravura de un indulto debe ser real, para que el semental la pueda transmitir a sus descendientes como rasgo.¿Cómo puede saber entonces un ganadero si un toro de rejones es bravo, si este nunca se midió al tercio de varas, y si no sabemos si su empeño de luchar continuaba, aún si lo castigaban con pases por abajo, en redondo, y con un mando que reñía su temperamento? La duración de las anteriores características, es la que da la real medida de la bravura de un toro. Su velocidad, incluso su fuerza, o como sea que queramos entender la movilidad, no es sinónimo de bravura tampoco, por lo menos si no hubo un tercio de varas que midiera la disposición agresiva del toro. 
Quizá Fuente Ymbro ( separando, por ejemplo, a su toro Jazmín en particular), sea prueba fehaciente de cómo no debe confundirse la movilidad con la bravura. Si el infatigable motor de un toro de lidia fuera sinónimo de su bravura, Fuente Ymbro sería la ganadería más brava de España hace dos temporadas. Sabemos que lo anterior es suficientemente exagerado.
Sin embargo, uno no puede eludir ciertas cuestiones importantes: ¿El toro de lidia en rejones es un reo condenado a la muerte? ¿Por qué debemos usar los mismos baremos para medir la bravura de un toro en la lidia a pie y la lidia en rejones? ¿El rejón de castigo, que en algunos rateros logra equivaler a media estocada, no es acaso algo que podamos comparar con un tercio de varas a ley? ¿No soporta el toro de rejones un castigo análogo con la profusa cantidad de banderillas que se le imponen, además de la mutilación en sus pitones para proteger a los caballos? ¿Por qué debería ser la embestida por abajo una virtud, si el objetivo que el toro persigue para matar es más alto que él, al tener el caballo una alzada superior? En este punto, todas las nociones se confunden, pues nos obligan a pensar una medición de lidia [a pie], mientras lo que ocurre en el ruedo no es esa lidia. 
El problema sustancial de la cuestión del indulto en rejones, es que en realidad la bravura sí debe existir, así el toro no tenga ocasión de demostrarla.

Iluminado a veces por un acierto, Manolo Molés planteaba hace años en la radio colombiana algo: que aquel toro de rejones al que nuestra intuición hacía sentir por bravo, fuera indultado; luego, al desaparecer el caballero en plaza, haría su aparición un picador, quien citaría al toro tres veces al caballo, mas no lo picaría, pues la suerte propuesta ha de hacerse con el regatón. Dependiendo cómo acuda a esta cita, y cómo deshaga la reunión, el ganadero tendría plena certeza de la bravura de su toro. La idea no carece de razón.Lo importante de esta polémica taurina es que lanza un llamado de atención sobre la valoración de la bravura en distintos registros al del toreo a pie. 
De hecho, hay muchas mediciones distintas: la del toro de forcados, que no debe dejar consumar la pega en menos de tres tentativas, o incluso la perturbadora de las corralejas del norte de Colombia, donde se mide la bravura del toro de media casta contando cornadas, rejonazos y envites por alto.Debe pensarse entonces sobre qué es la bravura en el rejoneo
Quizá entonces la ganadería brava se rompa en dos, pues empezaría a criarse un toro de rejones con conceptos harto distintos, y hasta se perfeccionaría su acometividad en mor de reproducir tal modelo de bravura.

Siendo acaso un poco presuntuoso con el agravio comparativo, no debe dejar de pensarse que el toreo ecuestre hoy vive una época de revolución y competencia similar a la de la edad de oro del toreo a pie. Desde el rabo cortado por Pablo Hermoso de Mendoza en Sevilla, y las consecuentes 11 puertas grandes de Diego Ventura en Madrid, el rejoneo es una forma de torear nueva. 
Aquí debe pensarse entonces que ocurrirá algo como en la edad de oro del toreo, Urquijo, Murube y nuestra historia, si al fin algunos se sientan a analizar la químera del hijo menor: ¿qué es la bravura en el rejoneo?

http://descabellos.blogspot.com.es/

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