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martes, 21 de octubre de 2014

La confesión

Era el secreto mejor guardado de las últimas temporadas. Muchos sospechábamos, pero pocos se atrevían a hablar. No fueron suficientes sus triunfos en Logroño en 2001 con toros de José Luis Marca, ni el indulto de “Molinito” de Victorino Martín el 2007 también en el coso de la Ribera, ni siquiera la faena triunfal en San Isidro en 2008 a un toro de Carmen Segovia. Tal vez la vuelta al ruedo en La Maestranza el 12 de abril de 2010 tras un faena de corte clásico a un toro del Conde de la Maza, avivó la sospecha, si bien no ha sido hasta estas semanas tras la tarde venteña en la última feria de otoño cuando el entorno del torero se ha visto obligado a reconocerlo: Diego Urdiales es de Triana.

 Las manifestaciones del Faraón de Camas días atrás en la prensa, asegurando que Morante y Urdiales son los toreros que más le agradan han podido ser el detonante definitivo de la confesión. Nació el último día de mayo de 1975 en la calle Pureza, junto a la Parroquia de Señora Santa Ana, entre aires de la Real Maestranza provenientes de la otra orilla del Guadalquivir.
No se entiende bien la contumacia del entorno del torero por silenciar este hecho que, de haber sido conocido antes, habría acelerado la carrera del matador. Lo mismo ocurre con el resto de su biografía, que según el documento filtrado hace pocas horas por fuentes oficiales, contiene los siguientes elementos: su padre fue picador en la cuadrilla de Curro Romero entre los años 1980 y 1999; su madre, de sangre gitana, cantó flamenco en su juventud hasta que contrajo matrimonio; su abuelo paterno fue banderillero de Gitanillo de Triana en los años cuarenta. Pronto se interesó por el toro y a los doce años ya tentaba en fincas de Jerez, Medina Sidonia y Algeciras junto a consumados maestros de quienes aprendió el oficio. El resto de su trayectoria no sorprende dados estos antecedentes.
 Diego Urdiales  expresa la Tauromaquia, con dosis de dramatismo, pues sus toros a lidiar, astifinos y duros de pezuña, venden caro cada pase, y no se dejan  ganar la pelea en ningún instante. El fino torero de Triana pisa terrenos comprometidos, bajó los señuelos, carga la suerte cuando siempre, calibra las distancias con precisión cartesiana y  corre la mano con destreza y magisterio donde  el duende y la galanura evidencian  que el pellizco de este torero rezuma efluvios del Guadalquivir.
Una vez que el orbe taurino conoce la noticia, es probable que el nombre de Diego Urdiales figure en los carteles de todas las ferias, y que sus emolumentos cuadrupliquen o quintupliquen a los actuales. Craso error estratégico el cometido hasta hoy por  los apoderados del torero.by 

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