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sábado, 2 de agosto de 2014

Romance de Ponce

¡ La que has 'liao' pollito!

Por PACO GUERRERO ( Huelva Información )




Y la que voy a liar yo ahora para contarles una tarde que me gustó, pero no me gustó. Que me apasionó y que me desilusionó. Que no rompía para adelante, y de pronto se iba por olés más allá de ese "bieeeen" cursilón de otras plazas. 

Si digo que la corrida de Pereda fue mala, seguramente mentiría. Si les cuento que fue buena, pues también. Me desesperé con ese sexto que no quería ir y me ilusioné viendo bravo a Fandiño arrebatarle de las entrañas una faena intensa a un interesantísimo toro de La Dehesilla.

 Me echaron abajo la apariencia de un Talavante aburrido con el sexto a pesar del autojaleo del extremeño en el remate de las suertes, y me entusiasmó la clara bravura de un cuarto toro que sirvió en bandeja el romance de Ponce con esta plaza. 
Y ahora la crónica se me hace eternamente larga para no ser malaje ni soberbio, porque cuando me entran los malos pensamientos de dejarme llevar por el desánimo, se me aparece el pollito y me transporta a la faena rotunda, bravísima, honesta y dura de un Fandiño que salió a jugársela de verdad con un toro exigente, de embestida seca, pero vibrante y soberbia cuando el de Orduña le plantó la muleta por abajo del pitón y le arrancó una de las faenas más sinceras de cuantas han recorrido el día a día de esta plaza nuestra. 

Le echó paciencia y sapiencia Iván hasta que el toro soltó el lastre del desinterés y se acordó de que había casta seria entre su sangre. A borbotones surgieron entonces esas fenomenales series de derechazos llenos de toreo. Llenas de una infinita serenidad y de una emoción que apabullaba hasta decir basta. La continuación por la izquierda ya no fue lo mismo, por lo menos en la intención del toro. Fandiño remató faena por la diestra y se fue detrás de la espada. No soltó los gavilanes hasta que se percató que el acero estaba donde lo había pensado. Estocada de torero y de hambre de triunfar en esta plaza. Después, en el quinto, se encontró con un ejemplar que fue lo más triste que se despacha en toro. Triste el toro y triste el epílogo espadachín que dejó aquello en silencio y el pollito sin ganas de hablar cuando Fandiño abrevió, porque había que abreviar. 

Aposté por el tercero cuando Talavante le echó la muleta al morro y el de Pereda derrochó ganas de irse tras el trapillo rojo. Faena de naturales, unos más limpios que otros en su trazo, pero ciertamente tuvieron clase. Con un torero que entendió el viaje del animal, pero que no fue capaz de rematar con la espada en éste, aunque sí que fue capaz de aburrirse con el sexto... que era para aburrirse. 

Ya no sabía qué contarle para aguantar al pollito en su sitio cuando surgió de los chiqueros manando bravura y nobleza el mejor toro de la corrida. El toro idóneo para emborracharse de nuevo con esa novia de toda la vida. La que perdona todo, no porque sea tonta sino noble. 

Y Ponce se vistió el frac, elegante y consentidor de que la nobleza no era de un solo sitio de la plaza sino exigente con el magisterio de veinticinco años de alternativa y volvió a declararse a una plaza que le regaló los únicos olés de la tarde. Ponce le obsequió con la templanza de tres manojos de muletazos suaves, sin herir, pero llevando hasta el último extremo el trapo rojo y enganchar al toro para el siguiente. Al natural y por trincherazos, moderado, intenso y elegante. Amo y señor de esas palmas por Huelva de sus grandes tardes con Litri. Genuflexa la rodilla para acompasar en el baile el viaje de toro. Orgía de noche de bodas, intensa, aunque Ponce, como dicen Sabina y Serrat: "Decidí envejecer, y cuando salgo a beber, ya no se hace de noche". En ese gesto del último saludo puede estar el por qué de la presencia de Ponce este año en Huelva. Y el de ese esfuerzo ante el cuarto.

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