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domingo, 3 de agosto de 2014

El Juli, ese hombre sin piedad.

Huelva. Segunda de la Feria de las Colombinas. Se lidiaron toros de Daniel Ruiz, desiguales de presencia y juego. Destacó por su alegría y casta el segundo, para el que se pidió la vuelta al ruedo. Casi lleno en los tendidos.


Morante de la Puebla, de azul marino y oro, pinchazo, media defectuosa (fuerte ovación); estocada (fuerte ovación). El Juli, de verde aceituna y oro, estocada contraria (dos orejas); estocada (dos orejas). Miguel Ángel Perera, de verde esperanza y oro, metisaca en los bajos (silencio); pinchazo, estocada (silencio).
El Juli, por lo visto malísima persona y responsable de todos los desastres del planeta, pasó por Huelva como un huracán y se llevó la tarde de calle. Todo giró en torno a su mente privilegiada, capaz de dar respuesta a cada problema que le planteen sus enemigos, que en sus manos parecen siempre mejores. Tanto es así que, por ejemplo, hubo atrevidos que hasta pidieron el indulto de su primer toro, que en realidad no pasó de ser un toro alegre, encastado, pero pidiendo delante un torero poderoso y dispuesto. Un muy buen toro, por supuesto, pero jamás merecedor de tan alto honor. Julián lo empapó en la muleta y lo dominó rápidamente en una faena ligada, vibrante y muy completa. Una faena en la que encontró respuesta en todos los terrenos y en todas las situaciones. Una faena que tuvo un prólogo capotero excelente con un quite asombroso por lopecinas. Una faena propia de lo que es El Juli, una auténtica figura del toreo. Ni más ni menos.
En el quinto se superó, primero porque sus naturales fueron más largos y suaves, de más pulso, y luego porque se impuso al toro por el pitón malo, que era el derecho, con una raza, una firmeza y una ambicion demoledoras. Su manera de arrimarse, invadiendo los terrenos del enemigo, fue de una superioridad apabullante. La máquina cortó cuatro orejas.
Ninguna se llevó Morante, mas el arte no entiende de números. Más allá del tópico, sin embargo, hemos de dejar constancia del valor pleno, cabal, de este genio inimitable. Frente a dos toros a la defensiva, ásperos y reservones, se jugó los muslos para dejar perlas de su maravillosa Tauromaquia. Cuatro naturales portentosos a su primero, hondos y soberbios, que desbravaron al morlaco. Y seis lances de agallas al castaño que hizo cuarto, ganando terreno hacia delante, y rematando con larga torerísima casi en el centro del ruedo.
El torero del año, Miguel Ángel Perera, sufrió la embestida peligrosa de un jabonero reparado de la vista Y se lamió las heridas esperando al sexto, un manso que no le permitió desquite. La tarde era de Juli, ese hombre sin piedad.
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