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lunes, 4 de noviembre de 2013

La aportación de la Fiesta

En respuesta a la pregunta qué pasaría si desapareciera el toro de Lidia, contestaríamos que desaparecería una aportación española genuina a la zootecnia mundial por su belleza, por su comportamiento y por su fisiología tan especial y original (estrés, dolor, calidad de la carne…). Se perdería también la variabilidad genética, un manejo tan variado y difícil como interesante y sería un serio revés para la conservación dela Dehesa.
 Pero es que, además, se perdería un patrimonio cultural universal en forma de tradición, historia, arte, literatura, música… y, lo que más importante, una opción de ocio interesante que, junto con la explotación del ganado de Lidia, genera una riqueza considerable a las arcas de la economía española.
En España existen actualmente cerca de 1.300 ganaderías de bravo y algo más de 100.000 vacas madres.
La raza de Lidia es una agrupación racial con una característica común: la producción de comportamiento en forma de bravura. De las 7 castas fundacionales (Navarra, Morucha Castellana, Toros dela Tierra, Jijona, Vistahermosa, Cabrera, Vazqueña) se ha pasado a unos 40 encastes más o menos fijados y relacionados entre sí. La mejora por selección ofrece una metodología perfecta, ya que combina la selección por ascendencia, la selección masal o individual y la selección por descendencia.
El ganado de Lidia se ha explotado siempre pensando en los festejos: ancestrales, reales, populares, de lidia ordinaria… y los responsables a día de hoy de que exista este tipo de ganado tan singular son los propios ganaderos de bravo, desde hace unos 300 años.

¿Cómo podríamos reaccionar ante la amenaza de continuidad de la Fiesta?
Todos tenemos que exigir el toro auténtico, íntegro y bravo. Los toros tienen el derecho y los ganaderos la obligación de criarlo de esta manera. Los toros tienen que luchar con todas sus armas intactas.
 Además, un toro manso y descastado da pena a los espectadores. Hay que borrar dela Fiesta cualquier vestigio de corrupción, que es lo que hace que los espectadores no vuelvan a pasar por taquilla. Hay que exigir que se cumpla el reglamento taurino que, curiosamente, siempre sale en defensa del animal.
 A los antitaurinos hay que argumentarles con pedagogía y proselitismo y no entrando al trapo de sus provocaciones y maldades. 
Hay que fomentar y apoyar los festejos populares. No queda más remedio que llegar a la juventud, los jóvenes son el futuro de casi todo.
 Y, sobre todo, seamos optimistas –pues ha habido tiempos peores a lo largo de la historia- y responsables para dejar a nuestros hijos una Fiesta mejor de la que nos encontramos.
Antonio Purroy Unauna 
Catedrático de Producción Animal
ETSIA. Universidad de Navarra

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