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martes, 16 de abril de 2013

Morante y su capote mágico, orfebrería pura




No da tiempo a ponerse a releer a los poetas sevillanos que han cantado los misterios casi celestiales de esta ciudad. Pero es lo que pide el cuerpo cuando se revive en la memoria ese regalo glorioso que hizo esta tarde Morante a su plaza de la Maestranza.
 Era un capote mágico y alado, que iba dibujando curvas suaves y a la vez profunda, hasta completar un arabesco cuya contemplación nunca sacia.
 Pero no ha sido un sueño; ha sido verdad, ha sido Morante.
 Era, sencillamente, otra cosa; nada que ver con lo que tantas tardes se ve en los ruedos. Ni una vuelta al ruedo se dio en toda la tarde. No harán falta para dejar por mucho tiempo vivo el recuerdo de haber admirado algo excepcional, que sólo este torero podrá repetir, e incluso mejorar, algún día.

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