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miércoles, 10 de octubre de 2012

A punto de la tragedia en Valencia.
Por Alberto De Jesús Rodríguez

En el quinto toro de la tarde, mientras el matador de toros José Calvo intentaba descabellar a su ejemplar, el animal echó hacia atrás la cabeza en el momento que sentía la punta de la espada de descabellar en su nuca, produciendo palanca y saliendo el arma con mucha fuerza hacia el tendido. Por suerte, la espada se clavó firmemente en la madera del burladero,...
apenas a tres dedos de alcanzar a un espectador de barrera. El ruido fue atronador y la plaza quedó en silencio, los profesionales aguantaban la respiración y el alivio y el asombro hizo aparición en seguida.

Todo el mundo respiraba aliviado y comentaban una y otra vez lo sucedido. ¡Por poco! comentaban todos. Nadie reacciono hasta que el torero Javier Rodríguez se fué a por el descabello y lo sacó, no sin hacer fuerza, de la madera.
Aunque parezca extraño este hecho, no lo es, yo lo he presenciado muchas veces y siemrpe que veo a alguien descabellar cerca del pubñico me agacho, hoy también lo hice. Tal vez se debería de pensar en otra fórmula, porque algún día pasará algo grave.No conocéis la historia del descabello? pues os la pongo:
Fue en agosto de 1934 cuando, en La Coruña, el estoque con el que descabellaba Belmonte voló hacia los tendidos en un brusco movimiento de cuello del toro y se clavó en el pecho de un espectador causándole la muerte. Tres días después de este accidente, Ignacio Sánchez Mejías practicó la suerte de descabellar usando un estoque sujeto a su muñeca con una correa de cuero, de forma similar a como se hace con los tacos de polo. Un día más tarde, el once de agosto a las “cinco en punto de la tarde” moría Ignacio en las astas de Granadino. No se había terminado el trágico mes cuando, en Madrid, se abrió un concurso con la finalidad de encontrar un modelo de espada que se usara exclusivamente para el descabello y que evitara los riesgos del estoque. La Dirección General de Seguridad solo aprobó ocho de los cuarenta y seis diferentes modelos enviados, de los que, luego de usarlos experimentalmente en el Matadero Municipal de Madrid, salió el que se usa en la actualidad.
La tragedia acaeció en la plaza de toros de Marineda en La Coruña. El 6 de agosto de 1934, Juan Belmonte, al intentar descabellar con el estoque de matar, lo pierde al revolverse el toro y el estoque sale despedido y se clava en el espectador que ocupa “el asiento 34 de la fila sexta del tendido 1″, detalla Jesús Reiriz en su libro Anecdotario Coruñés. El herido se llamaba Cándido Roig Roura, de 36 años, quien murió al poco rato. Dejó viuda y cinco hijos. “A raíz de este suceso, el Gobierno modificó el reglamento taurino, prohibiendo el estoque de matar para el descabello, y naciendo así el verduguillo”, escribe Reiriz.
Refiere el sevillano Diario ABC-Edición Andalucía, del 7 de agosto de 1934, que ” el herido por el estoque falleció en brazos de las asistencias cuando pasaba a la enfermería. El desgraciado Sr. Roig era concejal del Ayuntamiento de Noya.

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