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jueves, 12 de enero de 2012

Buscando Belleza

Siempre me he planteado el espectáculo de los toros como un hecho de rango artístico que trasciende al mero divertimento con el que los públicos enfocan el asunto.
A los toros uno no va a divertirse, o por lo menos así lo entiende quien asume la tauromaquia como un detonador del sentimiento, o incluso como la provocación voluptuosa de la emoción, el éxtasis y el paroxismo.
De igual modo que el melómano no se descoyunta de risa escuchando un aria de Verdi, tampoco el toreo hondo e inspirado mueve a la hilaridad, sencillamente porque la sensibilidad estética, que es esencia misma del toreo y emana de su conocimiento, no se agita cuando un toro salta al callejón o cuando un castoreño se desprende del picador por elevación.

Y aquí es donde surge un verdadero conflicto de intereses, porque el público circunstancial, ese que solo se deja caer por el coso durante su feria o el mismo que aspira a divertirse en una plaza porque ¡para eso pago una entrada!, no busca la pureza a la que aspira el entendido, ni ansía la perfección, ni la verdad, y tampoco basa sus exigencias en la sabiduría. Le vale con cuatro líneas tiradas con la muleta; eso sí, sin enganchones; con un espadazo fulminante aunque mal colocado y con un par de banderillas colocadas con doble salto mortal y triple tirabuzón que deje al toro bizco por el acontecimiento. Y conste que todo es respetable, hasta asumir la fiesta de los toros con la ligereza y la falta de exigencia de quien la entiende como un divertimento.
Pero lo que es suficiente para la mayoría no lo es tanto para quien pone el alma en el toreo.


A ese siempre le surge un dilema que trataré de explicar con un ejemplo gráfico: Morante cautiva con una faena mágica de las que erizan la piel. Quien ha sentido tamaña obra de arte nunca podrá olvidarla y ansiará reencontrarse con ese lujurioso momento en otra plaza, en otro lugar y otra ocasión.

Pero eso es casi imposible porque las obras maestras son raras y el toreo un arte efímero. Por eso el aficionado hondo vive permanentemente contrariado. Busca pero no halla.

En Madrid eso se exterioriza con broncas y tensiones continuas y en Sevilla con su legendario silencio.

Cruel sino aspirar a la belleza y no poder contemplarla. Cruel sino…




Fdo :Francisco Belmonte

1 comentario:

MARIN dijo...

Yo no voy a la plaza a divertirme, por eso estoy de acuerdo con la entrada. Voy en busca de emociones positivas llenas de arte. Y el arte, en el mundo del toro surge en cualquier momento, en cualquier muletazo, en cualquier tercio de varas, en cualquier par de banderillas, en un simple gesto torero...
Eso es para mi el torero, tan dificil de darse cada tarde y por eso es tan grande.

Un saludo.